Cómo un solo árbol afecta a todo un bosque Suzanne Simard ha transformado fundamentalmente la forma en que entendemos los bosques. A través de décadas de investigación de campo, demostró que los árboles están conectados por vastas redes subterráneas de hongos micorrízicos. Estas asociaciones simbióticas permiten a los árboles intercambiar señales de carbono, nutrientes, agua y químicas, a veces a grandes distancias y a través de las líneas de especie. Su artículo emblemático de 1997 en Nature proporcionó la primera evidencia clara de que las plántulas de abedul de papel y abeto de Douglas transfieren carbono entre sí a través de conexiones fúngicas, cambiando el flujo según qué árbol esté sombreado y necesite más recursos. Esto desafiaba directamente la visión predominante de los bosques como escenarios de competencia implacable. En cambio, el trabajo de Simard reveló dinámicas cooperativas: árboles más antiguos, similares a hubs—lo que ella llama "Árboles Madre"—son los nodos más conectados de la red. Reconocen a sus parientes genéticos, asignan más recursos a sus propias plántulas e incluso refuerzan árboles jóvenes no relacionados, aumentando la resiliencia general del bosque. La comunidad científica ahora se refiere ampliamente a estos enlaces fúngicos como la "Wood Wide Web". Hoy en día, su obra ha inspirado desde Avatar hasta la novela ganadora del Pulitzer "The Overstory". Sus memorias, "Encontrando el árbol madre" se convirtió en un superventas mundial y ahora está siendo adaptada a una película protagonizada por Amy Adams. Sobre el terreno, en Columbia Británica, Simard colabora con comunidades indígenas para diseñar prácticas de tala que preservan árboles madre y redes de bosques antiguos. Los primeros resultados muestran que estas áreas almacenan más carbono, conservan más biodiversidad y se regeneran décadas más rápido que los sitios convencionalmente talados a rasos. Algunos investigadores advierten contra términos como "madre" o "comunicación", prefiriendo un lenguaje estrictamente neutral. Simard sostiene que los fenómenos subyacentes —compartir recursos, reconocimiento de parentesco y señales químicas de alarma— están rigurosamente documentados, y palabras evocadoras ayudan a las personas a preocuparse por bosques que de otro modo solo verían como madera. En sus palabras: "Estos bosques pueden recuperar su complejidad y fortaleza, pero solo si empezamos a gestionarlos como sistemas vivos y conectados"